domingo. 23.03.2025
EL BOCHORNO DE CADA AÑO

Lucecitas de Ramadán

/ Ha tenido que ser una asociación de vecinos la que pida una revisión de los procedimientos a la hora de colocar las luces que anuncian el comienzo del Ramadán
jamsa

Ni los partidos políticos con representantes de confesión musulmana, ni las asociaciones culturales como Al Idrissi, ni las benéficas y religiosas como Luna Blanca; tampoco la fantasmagórica Comisión Islámica o cualesquiera otras de las 65 que pululan por la ciudad han mostrado un mínimo interés sobre una cuestión que ofende los sentimientos de una comunidad tan numerosa como es la musulmana.

Desde hace años, con la llegada del mes de ayuno, el Gobierno de la Ciudad, en connivencia con la empresa instaladora, colocan en calles de mayoría musulmana luces que intentan transmitir la celebración de un acontecimiento de carácter religioso, como es el mes de ayuno del Ramadán. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, la instalación de estas luces destacan por su escaso ornamento y que hace el efecto de estar destinado a simples verbenas vecinales, tanto por la calidad de las bombillas utilizadas como por las figuras que intentan reproducir, todo ello muy distante y ajeno a lo que se debiera transmitir vía alumbrado.

En todo ese improvisado cúmulo de despropósitos, destaca la colocación de un símbolo cultural como es la comúnmente conocida  como “Mano de Fátima”,  un  amuleto usado desde la antigüedad en la creencia de que protege y  aporta suerte y paciencia. Además, también se usa como potente talismán contra el mal de ojo y  la envidia.  Algo puramente social  y cultural y absolutamente ajeno a la religión del Islam.

La colocación de este tipo de símbolos es más propia de fiestas y eventos culturales, pero sin asemejarlos como parte de una religión. El Islam nada tiene que ver con esas cosas; menos aún, suscribirlo a uno de sus pilares fundamentales como es Ramadán.

Todo esto no tendría mayor relevancia de no ser porque quien promueve este tipo de actuaciones es la propia Ciudad, cuyos consejeros demuestran una injustificable ignorancia sobre los principios más básicos de la religión musulmana, confesión que practican más de 40 mil personas en la ciudad, lo que deja a la vista la escasa atención que les  merece este colectivo.

“Si viven gracias a nuestros impuestos y a nuestros votos, sin tan siquiera darnos las gracias, que al menos no se burlen de nosotros”, contaba un vecino de las barriadas afectadas por esta sinrazón.

Mientras que en Navidad se gastan varios millones en alumbrados que ni las ciudades de Córdoba y Granada, a la comunidad musulmana la despachan colocando símbolos paganos que hieren y producen malestar.

Esta falta de sensibilidad no solo hay que achacarla a la Ciudad, sino también a todos aquellos gestores musulmanes que de un modo u otro mantienen relación con las distintas Consejerías, pues no hace falta realizar un gran esfuerzo para decir que esas cosas no deben hacerse, pero puede más el miedo a que se reduzcan sus subvenciones o bien que se suspendan, ante lo cual callan y asienten.

Todas esas asociaciones vinculadas al sistema de subvenciones no son más que elementos cautivos de un programa que no duda en establecer y aplicar medidas que son contrarias a la razón y al derecho que emana de la propia Constitución.

Todas son cómplices por su silencio y subordinación ante el agravio que año tras año sufre la comunidad musulmana en su conjunto.

Lucecitas de Ramadán