
La polémica con la profesora del MEC que vertió comentarios sobre la manifestación del 25 de abril sobre Palestina, inspirados en su falta de educación y su grandilocuente sentimiento de rechazo hacia quienes le son diferentes, no solo esconden connotaciones racistas, también permiten desempolvar el grado de rechazo que se oculta en una ciudad que nunca hizo nada para eliminar todas esas diferencias que ya resultan endémicas.
Al colectivo musulmán no deberían sorprenderle afirmaciones como la de la profesora del MEC, una docente que, por cierto, debería ser expedientada y apartada de la enseñanza. Sin embargo, tampoco es de recibo los muchos comentarios que se han producido en su contra, con insultos, amenazas y deseos de mala salud.
Existen vías suficientemente sólidas para proceder conforme a derecho, todo ello sin entrar en fangos de invectivas que vienen a producir un mayor deterioro de la convivencia y que, guste o no, vienen a darle cierta razón a quienes no participan en duelos de dolor por lo que sucede en Gaza, como ha sido el caso de la marcha del día 25 de abril.
Se pueden escribir artículos de prensa, presentar escritos ante el MEC, incluso judicializar el asunto, pero nunca dejarse llevar por las emociones y por el deseo del mal al prójimo, esto último deslegitima cualquier invocación al derecho de proclamarse víctima. Responder al mal con deseos de mal no puede ser solución.
El colectivo musulmán, por ser eso, musulmán, debe tomar una mayor conciencia de su condición y atender debidamente los postulados establecidos en el Islam y no aquellos que se rigen por la unilateralidad de la emoción como fuente de pensamiento y acción. Existen números episodios en la historia del Islam que describen respuestas adecuadas a muchos tipos de acciones y declaraciones ofensivas hacia sus miembros, tanto como que son enseñanzas que deben ser tenidas en cuenta a la hora de enfrentar situaciones parecidas a la de la profesora del MEC.
Las RRSS se han convertido en un lugar fácil que induce a volcar comentarios de todos los tipos y colores. La religión es cautiva de personas que la empequeñecen y convierten en su particular herramienta de guerra, y cuando no es eso, en catapultas de su formas de comprensión sobre la vida y los distintos modos de aventurar su manejo.
Las RRSS se han convertido en patio repleto de consideraciones religiosas, tanto como altar elegido para las preces y súplicas para una mejor vida. El Islam merece mejor consideración.
El Islam nada tiene que ver con todas esas cosas, tanto como quien se identifica como musulmán debe concienciarse de que cualquier actitud que lleve aparejada dicha condición pueden causar daños colaterales a la propia imagen de la religión, siendo la realidad que el Islam es del todo inocente y que cualquier comentario u opinión hay que circunscribirlo únicamente a su protagonista, y nunca a la creencia a la que se dice pertenecer.
Hoy en día un hijab, una chilaba, una kandora y tantas otras indumentarias propias de una cultura y una nacionalidad concreta se asocian indubitadamente con Islam. A todo eso hay que añadir la proliferación de costumbres y otras señas de identidad, incluso verbales, que también son adjudicadas sin consulta al propio Islam, siendo la realidad que nada de todas esas cosas son sinónimo de pertenencia a la religión del Islam. La única indumentaria que puede ser asignada al Islam es aquella que se utiliza cuando se realiza la peregrinación mayor. Todo lo demás es moda y hábito de quien lo luce.
Las afirmaciones de la “profesora” del MEC son deplorables e inaceptables, más aun procediendo de quien se dice docente, y como tales merecen ser consideradas y valoradas por si en las mismas existe contenido que induce al odio. Eso deben estudiarlo quienes tienen capacidad para hacerlo conforme al ordenamiento vigente.
El hábito de responder con odio al odio no forma parte de los buenos hábitos del Islam; tampoco lo son de la buena crianza.
La vestimenta no representa una creencia, como tampoco el hábito hace al monje.