
Han transcurrido 24 años desde la fundación de la ya extinta Unión Demócrata Ceutí, UDCE, 13 desde la refundación de la misma en Coalición Caballas y 10 desde la puesta de largo del Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía, MDyC
Ceuta Ya!, aunque toma de la misma fuente y la sombra de Mohamed Alí se aparece alargada, hace esfuerzos por forjar un perfil propio para no aparecer como un clon de unos ni de otros. Bien haría en marcar un camino propio alejado de cualquier inspiración populista en busca de grupos vulnerables que ansían representación.
Aun perteneciendo a un mismo núcleo fundacional, y aunque hacen denodados esfuerzos por distanciarse ideológicamente unos de otros, tanto UDCE, Caballas y MDyC dibujan con los mismos tintes corporativos.
Estas tres formaciones surgen de un mismo ideal político que quedó plasmado en los fundamentos políticos de la UDCE, argumentos que se han ido transmitiendo y transformando en paralelo con las circunstancias de cada nueva opción política surgida a la sombra de la UDCE, movimientos que han procurado distanciarse de esa esencia primigenia mediante postulados de independencia basados en maquillajes verbales claramente insuficientes y que han impedido desprenderse de esa etiqueta de la UDCE y que persiste a día de hoy.
El Partido Demócrata y Social de Ceuta, PDSC, fundado en 1994 por el ya fallecido Mustafa Mizzian, merece lectura aparte. Mizzian impulsó un movimiento con esencia propia y bien definido mediante una actitud carente de ideologías políticas. Su argumentario político estaba enraizado en métodos y momentos circunstanciales, actuaba a pie de los problemas e intentaba su solución sin remover ningún cajón de sastre ideológico.
Tanto la UDCE como Caballas y MDyC abanderaron un mismo propósito: mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables o, dicho de otro modo, impulsar un mejor desarrollo y un clima de igualdad de oportunidades para todos aquellos ciudadanos que conforman el colectivo musulmán de Ceuta.
Sin embargo, después de todos años desde la fundación de UDCE, 13 años desde su refundación en Coalición Caballas y algo más de 10 desde la fundación del MDyC, los resultados no pueden ser más desesperanzadores. La única evidencia es que sus promotores apuntalaron sus propias condiciones laborales, mejorándolas hasta extremos insospechados, dejando en el baúl de los recuerdos aquellos manifiestos de lucha y enardecimiento en pro de una vida mejor para una parte importante de ciudadanos ceutíes. La sensación que queda es que estuvieron para mejorar sus propias condiciones de vida y no las de aquellos a los que decían representar y defender.
Con el señuelo de sentirse semejantes y el aderezo de un medido toque islámico y ciertas dosis de populismo, supieron hacerse con un buen puñado de votos prometiendo cambios en los que ni ellos mismos creían.
La historia se reduce a sensaciones, y llegados a este punto, mejor percepción dejó Mizzian que todos estos adláteres de imposturas políticas nacidos y reconducidos por un ideal político que nunca fue tal, pues un ideal político exige lealtad y fidelidad a unos principios que han de mantenerse inalterables.
La herencia que dejó la UDCE y Coalición Caballas es frustrante y plenamente decepcionante. Igual premio merece el MDyC, cuyo cambio de tercio aumenta exponencialmente la sensación de olvido y traición hacia un determinado fin político, sin olvidar el mezquino silencio de algunos medios a sueldo que han acusado recibo para un mutismo concertado sobre los graves hechos acontecidos en el seno de esta formación política con uno de sus diputados detenido y encarcelado, un hecho gravísimo que la cohorte de subordinados intenta minimizar como simple anécdota. Un estilo, el de MDyC, que se reafirma en su conducta de servilismo hacia el PP, partido que nunca mostró un mínimo de consideración hacia los más de 50 mil muertos en Palestina. Islam, ¿Dónde?
Servirse de lo “islámico” y de unas determinadas señas de identidad tan solo ha servido para satisfacer intereses propios, dejando a la parroquia a merced de la desorientación y la decepción. El daño no solo se produce a la comunidad, sino también a la propia imagen de la religión, desvirtuando su esencia y cometido. Y en este cesto hay que meter también a esa legión de asociaciones que se autodefinen como “musulmanas” y que no tienen ni opinión ni concierto en ninguno de los asuntos vinculados a su grupo social y religioso; menos aún, a la sociedad ceutí en general. Un auténtico cáncer para las arcas públicas.
Ahora vendrá el Ramadán y toca preparar el ajuar para servir iftares a derecha e izquierda, todo sea por mantener las subvenciones un año más, para luego el silencio, un año más.